Este libro nos introduce de pasada en otro ámbito fundamental de las formas audiovisuales contemporáneas como es el de las relaciones de la tecnología con la estética, más complejas de lo que normalmente se supone. El recorrido que el autor hace en torno a las manifestaciones de la cámara lenta a lo largo del siglo pasado nos permite comprender la profunda hibridación que ha existido entre dos ámbitos: tan intensa ha sido que debemos hablar de la tecno-estética capaz de sobrepasar los límites de las dos esfereas en litigio para construir un territorio nuevo en el que se mezclan estética, tecnología, pensamiento y emociones. Esta almagama, plasmada audiovisualmente, supera los límites de la funcionalidad adjudicada a las típicas hibridaciones que promueve el cinematógrafo y que están representadas de manera emblemática por la cámara lenta (…) Fernando Baños Fidalgo nos informa claramente de cómo la mayoría de autores que pretendían explicar el uso del ralentí se referían a su potencial para desvelar aspectos de la realidad que permanecían ocultos al ojo humano, se hablaba así de la cámara lenta como microscopio, telescopio o lupa temporal -quien más lejos llegó en este sentido fue Benjamín con su concepto de inconsciente óptico-, todo ello relacionado con la observación, es decir, con la extensión técnica del sentido de la vista como quería McLuhan. Pero hoy en día la cámara observacional se ha convertido en una cámara activa, una cámara, y una tecnología, constructivista, capaz de generar ideas y visualizaciones que la conducen por un camino más hermenéutico que empirista, más abocado a la presentación que a la representación. Por estos nuevos territorios, la cámara lenta se revela como un dispositivo esencial que supera el uso puramente estético a la que la destinaron generalmente las vanguardias. (Josep M. Catalá).