V.O 291. Filosofía
Fruto del indeseable vaivén que viene provocando el que nuestros políticos no hayan sido capaces de alcanzar un pacto educativo, la última reforma en el ámbito de la educación, la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), redujo significativamente la presencia de la asignatura de Filosofía en las aulas españolas. De las tres materias relacionadas con esta disciplina que venían impartiéndose en secundaria y Bachillerato –Filosofía, Valores Éticos e Historia de la Filosofía-, solo la primera quedó como obligatoria en 1o de Bachillerato, mientras que el carácter optativo o forzoso de las otras dos era una cuestión a determinar por cada comunidad autónoma. Esta decisión hacía perfectamente posible que un estudiante cursara la educación obligatoria y que saliera a los 16 años sin que se le hubiera iniciado en ninguno de los fundamentos que estructuran el pensamiento occidental, sin que hubiera recibido nociones básicas de las reflexiones y planteamientos tanto de los pensadores clásicos como de los más contemporáneos. La gravedad de este despropósito es tal que implica una amenaza para la salud ypara el buen funcionamiento de nuestra democracia, pues, como es bien sabido, la filosofía promueve el pensamiento crítico en el que se sustenta el sistema que aspira al pluralismo y a la tolerancia, sin que deba olvidarse el indiscutible valor formativo que la lógica, la ética, la dialéctica y las demás ciencias que la conforman han tenido y deben seguir teniendo en la cultura occidental.
Tras los infructuosos encuentros entre representantes de los profesores y del ministerio durante la tramitación de la LOMCE y viendo la situación creada por su aprobación, los docentes no solo volvieron a reiterar su descontento porque su materia siempre había sido una asignatura maltratada en todas y cada una de las ya siete regulaciones integrales que sobre la educación se han promulgado en España, sino que también pusieron el énfasis en que nunca había quedado tan minimizada y tan relegada a un papel casi secundario. Dicha ley fue el recorte más fuerte de todos los sufridos en las sucesivas reformas educativas de la democracia y todo parece indicar que sacrificó la Filosofía para lograr el objetivo de reforzar la Historia de España estableciéndola como asignatura obligatoria en todas las comunidades.
La adolescencia es una edad estupenda para hacerse preguntas y la filosofía colabora en el duro proceso de enfrentarse a nuevas inquietudes, de hacerse adultos, para lo que nunca sobra tiempo ni ayuda. El desprecio hacia la formación básica e imprescindible para ejercitar nuestra capacidad de reflexionar y de razonar parece enmarcarse dentro de una tendencia que se pliega ante el pragmatismo y que rinde culto a todo lo que ofrece resultados inmediatos. Someterse a estos parámetros puede suponer un ataque mortal a la riqueza más grande de un país, su cultura, que, en buena medida, es base indispensable para que sus ciudadanos comprendan qué es vivir en libertad.
La filosofía ocupa una función esencial: nos obliga a pensar sobre la lengua, sobre el bien, sobre la justicia, sobre lo que somos, sobre lo que nos rodea, sobre la verdad… Desde la antigua Grecia los filósofos siempre han sido la conciencia crítica de sus respectivas épocas. Eliminar o restringir la presencia de Platón, de Kant y de Nietzsche en las clases, privar a la sociedad de la influencia de Descartes, dejar al pueblo huérfano del pensamiento de Karl Marx, genera la sospecha de que los gobernantes perciben como un problema el tener que rendir responsabilidades a un estado cuyos habitantes posean una conciencia crítica que les permita formarse una opinión razonada antes de tomar decisiones o de exigirlas, y que prefieren que los alumnos, las personas que más tarde ostentarán el poder de elegirles, salgan de sus estudios con aptitudes para desempeñar una función, pero sin los instrumentos que les capaciten para plantearse qué es lo que realmente hacen o por qué lo hacen, su prioridad parece ser formarlos como trabajadores perfectamente preparados para su explotación.
En definitiva, es esencial enseñar a nuestros estudiantes cómo desarrollar un pensamiento crítico, propio e independiente, es fundamental educarles para que puedan cuestionar la sociedad en la que viven y resulta evidente que esta preparación no puede ser concebida sin la adecuada instrucción en la filosofía. Los alumnos han de tener herramientas con las que plantearse de dónde vienen las normas que se les imponen y con las que poder discernir el pensamiento y los intereses que subyacen en todo lo que aprenden en otras materias, para que de esta forma sus futuras elecciones sean más reflexivas que arbitrarias. Sin embargo, el proceso de aprendizaje cada vez tiende más al adiestramiento, a la abolición de la discusión y a llenar de dogmas el vacío dejado por la didáctica basada en la crítica y la razón. El panorama es una clara invitación al imperio de la competitividad y del individualismo, y se completa con la marginación de otros estudios, como la música o las artes pláticas, que favorecen la serenidad, la inteligencia y la creatividad.
Todo esto es fruto de una ley que la mayoría de partidos que en aquel momento estaban en la oposición anunciaron que procederían a derogar si accedían al Gobierno. Ahora ha llegado ese momento y es justo solicitar el cumplimiento de aquel compromiso, de que se devuelva la reflexión y la creatividad a las aulas y se las libere de la preeminencia que en ellas siempre se ha dado a la asignatura de Religión Católica. Que disfruten de la lectura.