V.O 307. Cementerios
LLEVANDO FLORES A SU PROPIA TUMBA | POR ASOCIACIÓN CULTURAL SAD HILL
Hubo muchos ingredientes para cocinar a fuego lento la reconstrucción y puesta en valor del Cementerio de Sad Hill. Echando la vista atrás, no supone ningún problema aceptar los calificativos que tuvimos que escuchar al conocerse nuestra propuesta: ingenuos, locos, frikis… En la mayoría de los casos fueron expresados con cariño, aunque siempre hubo quien no intentó siquiera ocultar su condescendencia o incluso su desdén.
Es por ello que este colectivo estará eternamente agradecido al cineasta Guillermo de Oliveira por la realización de su largometraje documental Desenterrando Sad Hill (2018). Esta gratitud es doble: por plasmar en su cinta el fruto de nuestro trabajo, siendo el mejor embajador del proyecto y ayudando a poner en el mapa este paraje olvidado del Valle del Arlanza (Burgos), y por creer en la propuesta cuando aún no habíamos conseguido mover ni un puñado de tierra. Todavía podríamos añadir un tercer agradecimiento por su enorme paciencia. Perdimos la cuenta de las veces que tuvo que torear con nuestra insistencia por conocer novedades constantemente y no fuimos conscientes de la tremenda dificultad del proceso de postproducción, sobre todo por la farragosa gestión del “copyright” para poder usar fragmentos de El bueno, el feo y el malo (Sergio Leone, 1966). En este frente de batalla, fue fundamental el papel desempeñado por Luisa Cowell, compañera de fatigas de Guillermo en su productora Zapruder Pictures.
Llegados a este punto, por si quedara alguien que no supiera de qué estamos hablando, debe recordarse que el ficticio cementerio de Sad Hill es la localización de la secuencia cumbre de la mencionada película, la cual ya cuenta con su propio artículo en esta publicación, por lo que trataremos de no incidir en ello más allá de lo estrictamente necesario.
Es muy difícil opinar cuando se es a la vez juez y parte de la cuestión a tratar, pero, intentando hacer un ejercicio de objetividad, consideramos que la calidad de Desenterrando Sad Hill viene avalada por su excelente trayectoria. Su estreno, el 31 de octubre de 2017, tuvo un toque exótico por realizarse en la lejana Tokio, pero justificado por una cinefilia declarada del país nipón por Sergio Leone.
Del Japón saltó al Festival de Santa Bárbara (California), pasó el BAFICI de Buenos Aires y, por fin, regresó a nuestras fronteras gracias al Festival de Sitges, edición 2018. Este hecho provocó cierto desconcierto entre los compañeros de la Asociación, ya que no veíamos el documental dentro de la categoría de terror –somos feos, pero no tanto-, si bien, tal y como nos explicó Guillermo, este Festival es seguramente en el que el público adquiere más protagonismo y está compuesto por gente con la misma pasión por el cine que la nuestra.
Aún resuena en nuestros tímpanos la impresionante ovación con la que ese mismo público que acudió a la sala acompañó los créditos finales. Hecho este que vino refrendado al obtener el galardón “Noves visions” por parte de la dirección del Festival. Apenas dio tiempo a deshacer la maleta, puesto que a la semana siguiente nos esperaban en Almería, en el AWWF, cita obligada del género western. Allí nos sentimos como en casa, los vínculos son fuertes con una tierra con colectivos como Almeriacine, pionera en la defensa del legado cinematográfico. La guinda fue un nuevo galardón: “Mejor contribución artística al género western”.
Después vino el salto a las salas comerciales, hábitat siempre un tanto hostil para los documentales, y la posterior nominación a Premios de tanto calado como los Goya o los Forqué, así como la obtención de la Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos. Parafraseando al gran Eli “El Feo” Wallach, el mundo se divide en dos clases de personas: quienes han visto Desenterrando Sad Hill y quiénes no. Para dejar de pertenecer a la segunda categoría, basta con buscarlo en Netflix, lo que nos ha supuesto otra tremenda satisfacción al recibir mensajes con felicitaciones de personas de países que apenas sabemos situar en el mapa y que, por esta vía, han tenido acceso al documental. Si nos lo hubieran dicho en el momento de fundar la Asociación, el 13 de marzo de 2014, jamás lo hubiéramos creído.
Consideramos que el secreto del éxito se debe a una alternancia inteligente de dos documentales en uno. Por una parte, se realiza un “making of” riguroso y académico de la película de Leone, gracias a testimonios de calibre como los gigantes Eastwood y Morricone, pero también con personal técnico, figurantes y el biógrafo oficial de Leone, Sir Christopher Frayling. A todos ellos se suma un artista invitado especial que nos conquistó con sus reflexiones: James Hetfield, con un cierto toque “Mc Guffin” para quien no conozca la veneración que profesa su banda Metallica hacia el Universo “Leone-Eastwood-Morricone”. Por otro lado, se muestra el proceso de reconstrucción del cementerio efectuado por nuestra Asociación, la veneración casi espiritual que guía a todas las personas que colaboraron de una manera u otra para conseguirlo, las frustraciones y alegrías experimentadas por el camino… Tanto Guillermo como Javier Duch, su mano derecha en las innumerables visitas realizadas al cementerio, terminaron también por contagiarse de ese proceso vital, lo que claramente se transmite en el resultado final. El clímax supone la conjunción de ambas vertientes el día de celebración de la reinauguración del lugar, gracias a un video-mensaje inesperado de Eastwood y a la reacción que provocó en los allí presentes.
Durante los 88 minutos de duración de la cinta, el cementerio sirve de origen y destino para el público, mostrando imágenes de archivo del verano del 66, algunas de ellas realmente impactantes. Ahonda en la singularidad de su diseño, obra ideada por Carlos Simi y ejecutada por Carlo Leva (ambos parte del equipo fijo de Leone), con la inestimable ayuda del Ejército Español como mano de obra. Pero el documental pone el foco especialmente en la vuelta a la vida del escenario. Sus primeras imágenes, que acompañan a los créditos iniciales, ya consiguen atrapar. Sad Hill aparece iluminado bajo una luz crepuscular justo antes de comenzar los trabajos de reconstrucción, el 3 de octubre de 2015. Cuesta creer que aquel lugar, más cercano a un cuento de Edgar Allan Poe que a un western, experimentara tal cambio.
Mención aparte merece el estupendo trabajo de Zeltia Montes, con la difícil tarea de componer una banda sonora que rindiera homenaje a la realizada 50 años antes por el maestro Ennio Morricone, pero alejándose lo suficiente en forma y fondo de ella para no resultar redundante. Sirva también de ejemplo el uso racional de tomas de dron, hecho del que consideramos que se abusa en la actualidad, siendo especialmente sublime el momento en el que aparece el cementerio con el círculo de piedra totalmente descubierto. Sin duda alguna, esta secuencia corresponde a otro de los puntos álgidos de la película.
Una de sus reflexiones finales es la esperanza de que el lugar vuelva a servir a futuras producciones. Este deseo se ha convertido en realidad, ya que Sad Hill está acogiendo rodajes de todo tipo. Por supuesto, algunos de estilo western, pero muchos otros con un trasfondo totalmente alejado del género. Rax Rinnekangas, cineasta finés, fue el primero en tomar el testigo de Guillermo, con su enigmática Once upon a time in Sad Hill. Rodada en blanco y negro, nos regala múltiples planos en los que el cementerio adquiere un aspecto enigmático y casi podríamos decir “gótico”. Llama especialmente la atención el número de videoclips. Algunos recogen la inercia rockera de Metallica, aunque también el hip-hop resuena allí con frecuencia, siendo el grupo sevillano SFDK, con su pieza “Yo estuve allí”, quien ha conseguido una mayor repercusión hasta ahora. Club Houdini, programa para el público infantil, rodó uno de sus capítulos, poniendo en evidencia ese tópico, tan escuchado de un tiempo para acá, que sostiene que el western no gusta a las nuevas generaciones. El spot publicitario de la edición 2021 de la Vuelta Ciclista a España ha sido la última bala disparada en el momento de escribir estas líneas. Pero tenemos la certeza de que vendrán muchas más.
Mientras eso ocurre, invitamos a los lectores a visitar Sad Hill, que se ha convertido en un paradigma del llamado “turismo de pantalla”, pero también las otras tres localizaciones burgalesas habilitadas por Leone: el campo de prisioneros de Betterville, el puente de Langstone y la Misión de San Antonio. La Asociación trabaja en la actualidad para mejorar los accesos a estos lugares, así como en la búsqueda de una protección institucional que los preserve. Todavía nos quedan muchas páginas por escribir.
Por su parte, Guillermo de Oliveira sigue adelante con su carrera profesional, a la cual auguramos muchos éxitos. En breve, estrenará el cortometraje “Sauerdogs”, rodado en 35 mm y ambientado en la fiebre del oro en las Montañas Rocosas. Seguramente, nuestros caminos volverán a cruzarse en el futuro.