V.O 315. Cerveza
No se sabe con exactitud el origen de la cerveza. Los primeros datos que se conocen datan de la época de los sumerios, en la baja Mesopotamia, allá por el año 4.000 antes de Cristo, quienes parece ser que elaboraban una especie de cerveza con extracto de cebada a la que llamaban “bebida fuerte”. Se sabe de su existencia por el hallazgo de unas pequeñas tablas de arcilla que mencionaban tal licor, por lo que es probable que fuera en esta región histórica de Oriente Medio donde, quizás debido a una afortunada casualidad, se produjera por vez primera la combinación de agua, levaduras salvajes y granos de cebada germinados que dio como resultado una incipiente cerveza.
En nuestro país, un equipo de arqueólogos catalanes descubrió vestigios de la existencia de cerveza, que datan del año 3.000 a.C., en la sierra del Montau (Barcelona), concretamente en la cueva de Can Sadurní. Avanzando unos cuantos siglos, nos encontramos con que uno de los grandes precursores de su consumo en España fue Carlos I, V de Alemania, que cuando fue coronado rey en el siglo XVI se trajo consigo a sus maestros cerveceros. Estos expertos le ayudaron en su empeño por trasladar a nuestras tierras el gusto por la cerveza que imperaba en Flandes. Sería más tarde, después de renunciar al trono, cuando se retirara al monasterio San Jerónimo de Yuste (Cuacos de Yuste, Cáceres) y ordenara instalar allí una pequeña fábrica dirigida por su cervecero personal, Enrique van der Duysen. Sin duda estos antecedentes han contribuido a que España sea actualmente el cuarto productor de cerveza de la Unión Europea.
Al igual que en la vida real, la cerveza ha estado presente en el cine desde sus orígenes. Son incontables las escenas de la historia del séptimo arte en las que aparece. De hecho, en las primeras películas de cine mudo ya podían verse salones y tabernas en los que los protagonistas disfrutaban de esta bebida.
a Glass of Beer (1897), dirigida por George Albert Smith, pionero del cine en Inglaterra, es posiblemente la primera filmación de un hombre regalándose una cerveza. En ella el actor Tom Green aparece bebiendo cerveza y, por lo que puede verse en sus 35 segundos de duración, disfrutando bastante del momento.
En este singular homenaje de los colaboradores de Versión Original a las cervezas en el séptimo arte, muchos de ellos cualificados consumidores del zumo de cebada, nos encontramos con una variada selección de referencias cinematográficas. En Campanadas a medianoche (Orson Welles, 1965) Welles sujeta en su mano -como si de un cetro se tratara- su inseparable jarra de cerveza sin tapa integrada. En Los caraduras (Hal Needham, 1977), uno de los grandes éxitos comerciales de los años setenta, los protagonistas pretenden hacer negocio transportando cuatrocientas cajas de cerveza, marca Coors, para más señas. Nunca una cerveza, una espumosa y fría Carlsberg, ha significado tanto en la historia del cine como en Fugitivos del desierto (J. Lee Thompson, 1958). En Movida del 76 (Richard Linklater, 1993), los adolescentes del filme mantienen los rituales de iniciación y las tradiciones de año en año: novatadas, cervezas, música, cervezas, paseos en coche, más cervezas, algún porro, intentos de ligue, paradas en el pub… A lo largo de su generoso metraje, El secuestro de Alfred Heineken (Maarten Treurniet, 2011) no deja de repetir el nombre de Heineken en variadas formas, ya sea la de la lata de cerveza o la de la caja de cervezas, casi siempre alrededor de un personaje que se diría acosado o acorralado por la marca. En Madadayo (Akira Kurosawa, 1993) es una cervecería alemana la que acoge los encuentros de los alumnos con su querido profesor. Por su parte, James Cagney se suma a una banda de gánsteres dedicada al comercio clandestino de cerveza durante la Ley Seca en El enemigo público (William A. Wellman, 1931). En Encuentro en la noche (Fritz Lang, 1952), una joven Marilyn Monroe bebe un larguísimo trago de cerveza en una taberna bajo la atenta mirada de Robert Ryan, mientras que Despertar en el infierno (Ted Kotcheff, 1971) se entrega a un sorprendente consumo continuo e irrefrenable de cerveza, y Otra ronda(Thomas Vinterberg, 2020) se inicia con una acelerada secuencia en la que grupos de adolescentes aparecen eufóricos en un concurso de cervezas. En Zombies Party (Edgar Wright, 2004), los dos protagonistas no paran de consumir pintas en un típico pub inglés de nombre The Winchester; posteriormente, los mismos actores siguen de celebración en Arma fatal (Edgar Wright, 2007), compartiendo varias pintas de cerveza en la taberna local tal y como manda la tradición británica; y, para terminar con la trilogía del Cornetto, Bienvenidos al fin del mundo (Edgar Wright, 2013) nos hace un recorrido por la Milla de Oro de los pubs, ofreciendo una degustación de la cerveza británica Crowning Glory, de la australiana Foster y de la francesa 1664 Kronenbourg. El padre de familia en Las cenizas de Ángela (Alan Parker, 1999) se gasta todo el sueldo en pintas de cerveza en el pub o en la taberna más cercana. En La camioneta (Stephen Frears, 1996), dos amigos mitigan sus cuitas al calor de unas pintas de cerveza negra Guinness. Los cuatro personajes de El club del paro (David Marqués, 2021), Eric Francés, Adrià Collado, Fernando Tejero y Carlos Areces, mantienen sus discursos siempre con cervezas en la mano. En Bajo el volcán (John Huston, 1984), el director sabe filmar con detenimiento el rostro del cónsul protagonista mientras consume cerveza en la cantina. Los continuos y brillantes diálogos de Amor y periodismo (Tay Garnett, 1937) mejoran en compañía de cervezas. En Colegas de copas (Joe Swanberg, 2013), dos compañeros que tienen una relación platónica trabajan en una fábrica de cervezas. El documental Crafting a Nation (Thomas Kolicko, 2013) expone el arduo trabajo y la dedicación de las personas que se ganan la vida elaborando cerveza artesanal. En La fiesta de las salchichas (Conrad Vernon y Greg Tiernan, 2016), la intervención de las latas de cerveza se suma al caos en el que se convierte la farra a la que hace mención el título del filme. Y Terciopelo azul (David Lynch, 1986) usa las marcas de cerveza para insinuar o corroborar los rasgos de algunos de sus personajes.
Esperamos que disfruten con y de la lectura, y, en este caso, mejor si es con una jarra de cerveza bien fría en la mano. ¡Salud!