V.O 330. Sevilla en el Cine

Históricamente Sevilla siempre ha tenido un peso importante en el conjunto del país. Tras el “descubrimiento” de América, la ciudad se convirtió en el centro económico del imperio español con instituciones como la Casa de Contratación de Indias y la Universidad de Mercaderes. La ciudad, tal como la conocemos hoy, es fruto de la transformación urbanística que se llevó a cabo en el siglo XVIII, durante el que se efectuaron diversas intervenciones, como la eliminación de inmuebles anejos para liberar espacios entorno a la catedral o la corrección del trazado irregular del callejero a través de la injerencia pública en las edificaciones de nueva construcción. Posteriormente, acontecimientos tan importantes como la Exposición Iberoamericana de 1929 o la Exposición Universal de 1992 fueron los que terminaron por definir la red de infraestructuras de comunicaciones de una de las ciudades más visitadas de España. Otro aspecto trascendental de la capital hispalense son sus fiestas populares, folclóricas o religiosas, con la Feria de Abril o la Semana Santa como eventos que reciben la visita de personas de todo el mundo. Todas estas características, junto con la espectacular arquitectura heredada de su pasado árabe, convierten a la ciudad de Sevilla en el escenario ideal para la filmación de cualquier producción cinematográfica. No solo han sido sus parajes, calles y monumentos los que se han utilizado como decorados, sino que también ha habido ocasiones en las que se ha representado la ciudad sin rodar en ella, simplemente recreándola con decorados en otros escenarios. Directores nacionales e internacionales revelan una pasión por Sevilla que ya viene demostrada a lo largo de casi un siglo por más de un millar de películas. Y, como es lógico, no solo sus calles y sus gentes se han visto reflejadas en las filmaciones, pues sus costumbres, sus fiestas y sus tradiciones también han tenido cabida en las historias que se cuentan en ellas. En definitiva, la capital hispalense ha sido escenario de todos los géneros que se han servido de la gran variedad de escenarios que ofrece. En realidad, en cuanto a rodajes, Sevilla fue desde los inicios una ciudad muy atractiva para el mundo del cine. La primera película datada en Sevilla se remonta a 1896, se trataba de un documental británico, ya que desde los inicios del séptimo arte hubo operadores que se desplazaron a la capital para filmar sus hábitos y costumbres, como Henry William Short, que trabajaba para la empresa inglesa de Robert W. Paul y que grabó imágenes de la Semana Santa y de corridas de toros, con títulos como Danza andaluza (1896), Sevilla, salida de misa (1896) y Toreros (1896). En 1898, el camarógrafo Alexandre Promio, enviado por los hermanos Lumière, grabó imágenes para los títulos Procesión en Sevilla (1898), Corrida de toros (1900) y Danzas españolas (1900). Y ya a partir de primeros del siglo XX, en 1916 Vicente Blasco Ibáñez decide adaptar para el cine su novela Sangre y arena (publicada en 1908) y asume por primera y única vez tareas de producción y dirección cinematográficas. La película, está producida por la marca hispano francesa Prometheus Films.

En este estudio hemos incluido numerosas películas que abarcan casi un siglo, desde 1926 hasta 2022. Durante estos cien años de cine en Sevilla y de Sevilla en el cine, la ciudad ha acogido películas de ficción y documentales, tanto nacionales como extranjeros, que han transmitido su belleza, su imagen y su realidad social. La que inaugura la selección es El patio de los naranjos (Guillermo Hernández Mir, 1926), donde son reconocibles numerosos espacios del centro de la ciudad, especialmente la Catedral. En la tierra del sol (Ramón Martínez de la Riva, 1927) está firmada por uno de los pioneros del cine documental en España con una profundidad mayor que la de los filmes testimoniales rodados a finales del siglo XIX. Completa este periodo de cine mudo en Sevilla La mujer y el pelele (Jacques Baroncelli, 1929), la adaptación menos conocida de la novela del francés Pierre Louÿs que resulta necesario reivindicar.

Durante el franquismo, Sevilla estuvo presente en el cine tanto en producciones españolas como en superproducciones foráneas, gracias a lo que se denominó ‘el Hollywood español’. Entre finales de la década de los 50 y durante toda la década de los 60, rodar en España resultaba muy interesante para el cine americano por las condiciones favorables de producción, por la diversidad paisajística del país y por la calidad de los actores y de los técnicos. De los diversos puntos de nuestra geografía Sevilla resultó elegida por muchos cineastas, como se advierte en las siguientes películas: La primera fue rodada en plena posguerra, El frente de los suspiros (Juan de Orduña, 1942), estuvo producida por Cifesa y contó con elementos de intriga criminal, folclorismo y cine bélico, incluso en plena procesión de Semana Santa; la segunda es la primera coproducción que se realizó entre España y México, Jalisco canta en Sevilla (Fernando de Fuentes, 1949), que reunió a una de las principales estrellas de la música popular del país azteca, Jorge Negrete, con una debutante Carmen Sevilla, a este respecto, resulta oportuno indicar que esta joven no tardó en convertirse en una de las actrices sevillanas más queridas y universales; en tercer lugar, se aborda Fuego en la sangre (Ignacio F. Iquino, 1953), cuyos principales escenarios se encuentran en la zona sur, como las marismas del Guadalquivir, y también en otros del centro, como el Barrio de Santa Cruz o la animada Calle Betis; Congreso en Sevilla (Antonio Román, 1955) es uno de los filmes que mejor reflejan el dinámico espíritu de la ciudad, sobre todo en el marco de un evento médico internacional donde se dan cita Fernando Fernán Gómez y, de nuevo, Carmen Sevilla; el prestigioso cineasta francés Julien Duvivier filma en 1959 La Femme et le Pantin (Femmina), fiel adaptación de la obra de Pierre Louÿs protagonizada por una Briguitte Bardot, en la cresta de la ola, que se pasea por la Feria de Abril y por los rincones de la ciudad; la sexta película abordada durante este periodo es la superproducción Lawrence de Arabia (David Lean, 1962), que recurre a la Plaza de España, al Hotel Alfonso XIII y a la Casa de Pilatos para recrear espacios de ciudades como El Cairo o Jerusalén; y, por último, El viento y el león (John Milius, 1975) sitúa su trama en el norte de Marruecos en los primeros años del siglo XX, pero sus protagonistas, Sean Connery y Candice Bergen, realmente transitan por los Reales Alcázares, la Plaza de América y el Pabellón Mudéjar, que es el actual Museo de Artes y Costumbres Populares.

A partir de la Transición, la imagen que se muestra de Sevilla ha intentado ser menos estética y más realista, obviando incluso los escenarios más reconocibles y famosos de la ciudad. Así lo hicieron algunos de los cineastas españoles más importantes en unos filmes que consiguieron dar nuevos puntos de vista. Luis Buñuel rueda en 1977 Ese oscuro objeto del deseo, con Carole Bouquet y Ángela Molina, cuyo racial temperamento encuentra su dimensión espacial más auténtica en la capital hispalense. Gonzalo García Pelayo dirige a continuación Vivir en Sevilla (1978), donde intenta alejarse de los tópicos que tan famosa la han hecho para ofrecer los mismos espacios, pero ahora repletos de personas que caminan hacia la libertad. Victor Erice muestra en su segundo filme, El Sur (1983), una imagen arcádica de Sevilla, que, desde algún frio lugar del norte, adquiere protagonismo a través de unas antiguas postales costumbristas y de la voz de Rafaela Aparicio. Manuel Gutiérrez Aragón rueda en 1992 Semana Santa, que tiene un guion de Carlos Colón, cuenta con los arreglos musicales de Antón García Abril y posiblemente es el documental más brillante, cuidado y estético sobre el principal evento religioso de los que se celebran en Sevilla. Las calles del centro de la ciudad, tan bien retratadas en este documental, son las protagonistas de los dos títulos que cierran la década de los 90: Más allá del jardín (Pedro Olea, 1996) y Nadie conoce a nadie (Mateo Gil, 1999). Si bien en la primera destacan el entorno de San Juan de la Palma -con sus bares típicos y antiguos conventos-, y de la Exposición Universal de 1992, en la segunda las calles del centro, el Archivo de Indias, la Plaza del Salvador y el barrio de Santa Cruz, son los protagonistas espaciales para el cineasta canario.

La llegada del nuevo siglo ha contribuido a ofrecer estampas muy diversas, que van desde los tópicos a la modernidad, pasando por la revisión de los estereotipos. En la primera década se enmarca una de las películas del considerado ‘Nuevo Cine Andaluz’, El factor Pilgrim, dirigida por dos de los cineastas sevillanos más jóvenes y prometedores del momento y que mejor se consolidarían rápidamente después: Santi Amodeo y Alberto Rodríguez. Antonio Cuadri realiza Eres mi héroe (2003), una interesante película donde plasma el espíritu de la Transición en una Sevilla que está despertando tras el franquismo. Como no podía ser de otra forma, el mito de Carmen también está presente. Así se observa con la adaptación que realiza Vicente Aranda en Carmen (2003), con una emergente Paz Vega como absoluta protagonista en la Real Fábrica de Tabacos. La superproducción de Ridley Scott El reino de los cielos (2005) también apuesta por las localizaciones de la capital de Andalucía, especialmente por los Reales Alcázares y la Casa de Pilatos, para reconstruir la ciudad de Jerusalén. La sevillana Pilar Távora ofrece en Madre amadísima (2009) un especial retrato de la pasión cofrade a través de un personaje muy entrañable y reconocible: Alfredito. Así mismo, James Mangold recurre también a Sevilla en 2010 para rodar Noche y día, que, bajo el protagonismo de Tom Cruise y Cameron Díaz, presenta una amalgama de edificios sevillanos con fiestas del norte de España, como los sanfermines.

En los últimos diez años destacan relatos que ponen en valor el mundo de la periferia para indicar claramente que esa zona también forma parte de Sevilla, mientras que otros se siguen inclinando por mostrar la opulencia de los edificios monumentales y notorios. Patricia Ferreira apuesta en Los niños salvajes (2012) por una historia de adolescentes donde la actriz sevillana Ana Fernández y la zona del Polígono San Pablo tienen un especial protagonismo. La superproducción de Hollywood protagonizada por Sacha Baron Cohen, El dictador (Larry Charles, 2012), elige la majestuosidad de la Plaza de España para situar la vivienda del dictador protagonista. De nuevo, Santi Amodeo está presente con la comedia negra ¿Quién mató a Bambi? (2013), donde Quim Gutiérrez, Julián Villagrán y Ernesto Alterio se reúnen en una Sevilla de la que no se muestra ningún elemento reconocible. Algo parecido sucede a nivel espacial con Carmina y Amén (Paco León, 2014), pues, al estar ambientada en un barrio periférico, sus escenarios podrían pertenecer a cualquier otra gran ciudad española, pero con la diferencia de que el reparto es principalmente sevillano. Emilio Martínez-Lázaro estrena en 2014 la película más taquillera del año, Ocho apellidos vascos, donde la Calle Betis, el Puente de Triana y el Paseo de Colón constituyen la carta de presentación de la capital hispalense. Otro de los directores del Nuevo Cine Andaluz, Paco Cabezas, destaca la zona más conflictiva del barrio en Adiós (2019), una película que se desarrolla en Las Tres Mil Viviendas y en Las Vegas. El propio cartel de Una vez más (Guillermo Rojas, 2019) muestra a la pareja protagonista sentada junto al Río Guadalquivir con el Puente de Triana al fondo, lo que sin duda constituye toda una declaración de intenciones en una película donde el reencuentro amoroso se desarrolla en algunas de las zonas más conocidas y admiradas del centro de la ciudad. En El universo de Óliver (2022), el gaditano Alexis Morante ambienta la trama entre el Campo de Gibraltar y la capital hispalense en la Navidad de 1985. Y cierra la muestra la adaptación de la novela homónima de Arturo Pérez-Reverte, La piel del tambor (Sergio Dow, 2022), que comienza con una panorámica del Paseo de Colón en plena Semana Santa y se sitúa en espacios tan reconocibles como la Calle Betis o el Palacio de los Marqueses de la Motilla.

Leer sobre Sevilla y observarla en la pantalla son dos bonitas formas de conocerla, de descubrirla o de revisitarla, así que disfruten en estas páginas, déjense atraer por las películas en ellas comentadas y viajen así desde los lugares más conocidos y admirados hasta los más recónditos e inesperados. Todo eso es Sevilla, una ciudad sorprendente que atrapa con su eterno aroma a mes de abril, su aire de misterio y su marcado pasado como capital imperial. Monumentos, iglesias, museos, calles, barrios y un sinfín de rincones han servido al cine para retratarla, y, a pesar de ello, nunca han acabado de mostrarla por completo. Por este motivo siempre es necesario acercarse una vez más a ella y dejarse llevar por su eterna esencia. Que disfruten con y de la lectura.

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