V.O 346 CANARIAS

Después de los desafíos de los números de Versión Original sobre el cine de los grandes focos de atención de las metrópolis cinematográficas de nuestro país (Madrid y Barcelona, números 293 y 306, respectivamente), pero también de las osadas dedicatorias a Salamanca (314), Sevilla (330) y Bilbao (340), irse a la periferia geográfica con este número dedicado al cine en Canarias suponía un reto del que parece que volvemos a salir airosos, al tiempo que rompe una barrera más: que hay mucho más cine y de muchas más calidad más allá de nuestra zona cómoda.

En este número pretendemos darle la vuelta a la vieja diatriba sobre si había que poner el foco sobre el cine “en” Canarias, el cine “de” Canarias o “el cine canario”, sintagmas todos ellos que, como señala el crítico Claudio Utrera, fundador del Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, en la entrevista que le hemos realizado en este número, acaban centrando un problema que, si antes ya resultaba poco útil, en la actualidad se halla completamente superado. De esa superación da cumplida cuenta la evolución del cine en Canarias y a ella se acoge este número.

Presentamos este homenaje al cine realizado en Canarias en coincidencia con una de las fechas más importantes de las celebraciones del cine en nuestro país: el abril del Festival Internacional del Cine de Las Palmas de Gran Canaria, que este año alcanza su vigésimocuarta edición con un aplomo de madurez que no envidia a ninguno de los grandes festivales de cine de dentro o de fuera de nuestras fronteras. Lo demuestran los éxitos de cintas de producción canaria que el año pasado pasaron por él, estudiadas en este número, como La hojarasca (2023), de Macu Machín (que cosechó éxitos en Málaga, en Berlín y en Montreal); La piel del volcán (2021), de Armando Ravelo (que se llevó dieciocho candidaturas para los Goya de este año); Rendir los machos (2021), de David Pantaleón; y Matar cangrejos (2023), de Omar al Abdul Azzak (gran triunfadora de Málaga y también de los Goya). A ellas, ya de fuera del festival, podemos añadir una cinta que, no canaria strictu sensu, pero que debe tanto a Canarias, como Las consecuencias (2021), de la venezolana Claudia Pinto, triunfadora también en Málaga.  Con todo ello, resulta indudable que el cine en las islas y de las islas ha alcanzado un punto de madurez como quizás nunca en su historia.

La capacidad de formarse y producir fuera de las estrictas fronteras regionales o incluso nacionales, aspecto señalado también por Utrera, lleva a realizadores como el tinerfeño Juan Carlos Fresnadillo a rodar películas de coproducción americana como 28 semanas después (2007), a la que también dedicamos unas líneas en este número.

Nos ocupamos, asimismo, de películas que han usado las islas como escenario natural o urbano inigualable. Por lo que se refiere a la naturaleza, nos ocupamos de las clásicas producciones que reflejan, la geografía y la historia canarias como Tirma (1954), de Paolo Moffa y Carlos Serrano de Osama, y Guarapo (1987), de los hermanos Ríos. A ellas añadiremos las más recientes, de producción externa: Como un relámpago (1996), de Miguel Hermoso; Mi madre (2004), de Christophe Honoré; Los abrazos rotos (2009), de Pedro Almodóvar; Como Reinas (2016), de Andy Tennant; y La niebla y la doncella (2017), de Andrés Koppel.

Por otro lado, el uso de los escenarios canarios referidos a realidades diferentes en la ficción trae larga fila y de ellos también nos ocupamos, desde la ya clásica La habanera (1937) de Douglas Sirk, hasta la recentísima Eternals (2021) de Chloé Zhao; pasando por S.O.S. Pacífico (1959), de Guy Green; También los enanos empezaron pequeños (1970), de Werner Herzog; Éxodos. Dioses y reyes (2014), de Ridley Scott; En el corazón del mar (2015), de Ron Howard; Aliados (2016), de Robert Zemeckis y Rambo: Last Blood (2017), de Adrian Grünberg. 

No se despejan, claro, las dudas señaladas por el gran crítico Josep Vilageliú, fundador de la primera productora local, la mítica Yaiza Borges, en la segunda entrevista que llevamos a cabo en este número. Se trata, quizás, del viejo dilema entre la calidad y el compromiso comercial, e incluso con el tipo de reconocimiento: ¿es el cine de realizadores canarios que triunfa en los festivales un cine que inunda las salas comerciales? Y, aún más, ¿el cine de producción canaria hace relamente caja? Fuera de esos circuitos quedan películas de excelente factura, que nunca envejecen, como la inolvidable Fotos (1996), de Elio Quiroga.

La vigésimocuarta edición del Festival de Cine Internacional de Las Palmas de Gran Canaria está a punto de comenzar y nosotros ponemos nuestro pequeño grano de arena. Va por ustedes.

 

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